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Queridas personas:

 

Si me leéis desde hace al menos una carta, sabréis que tengo una gran capacidad para entusiasmarme. Siempre me ha gustado usar ese verbo en concreto porque en mi imaginario particular tiene que ver con la respiración. Cuando algo me «entusiasma» siento que me llena por dentro, que de algún modo, sea de pura emoción o porque no puedo dejar de hablar de ello, hace que me falte el aire (¿será por la parte de -asma? Quizá. Mi cerebro es simple).

 

Pero la etimología real de «entusiasmo» es muchísimo mejor. La palabra viene del término griego enthousiasmós, formado por entheos asthma (¿veis? Mi cerebro simple pero certero). Lo que viene a significar algo como soplo divino. Un dios en forma de aire que se te mete en el cuerpo y te posee. Un fenómeno literal en el caso de las sibilas cuando pronunciaban los oráculos y figurado cuando se hablaba de la inspiración de los artistas.

 

Yo tengo una gran capacidad para entusiasmarme, pero por razones que darían para muchas cartas, durante algunos años de mi vida me avergoncé de ello. Esa desmesura en la forma de sentir y afrontar la vida me parecía el origen de todos mis males. La odiaba. Lo único que yo quería y que había querido siempre es ser normal («ser normal», qué concepto tan fantástico en sí mismo). Y tras mucho empeño, lo logré al fin. Sin caer en la apatía absoluta de la depresión, que también conozco, logré sentir un desapego moderado por las cosas, conquistar finalmente el equilibrio. Así que ahora, después de haber alcanzado esa meta, os puedo asegurar una cosa: es lo más parecido a estar muerto por dentro.

 

No aplicar cierto control sobre tu entusiasmo es abrir una puerta a la adicción, a la locura o a que, en el mejor de los casos, la gente te evite. Pero suprimirlo por completo o intentar minimizarlo es negar la parte más brillante de nuestra naturaleza.

 

Casi todo el mundo, incluso las personas más incombustibles, encuentran a lo largo de su vida un tema que les enciende por dentro. Puede ser algo socialmente aceptable como la música, el cine o cualquiera de las artes. Pero puede ser también una afición rara e incomprendida, en apariencia gris.

 

Sea lo que sea eso que os emociona, no lo abandonéis. No os avergoncéis. Cultivadlo. En la inmensidad del universo, no somos más que una acumulación temporal de átomos con ínfulas de independencia. Absolutamente irrelevantes como individuos. Innecesarios. Pero cuando sentimos esa falta de respiración, cuando estamos al borde de las lágrimas y pensamos «qué suerte, qué suerte estar vivo para estar disfrutando esto», todo cobra sentido. No dentro de un relato ni ante los ojos de otros. Sino en ese mismo instante, para nosotros mismos. 

 

Canciones para un reencuentro

Esta es una canción de amor que puedes cantarte a ti mismo. A esa versión de ti más pura, más luminosa, menos desgastada por la fricción de vivir entre otros. Me gusta escucharla pensando en mí misma, aunque en ese caso, a decir verdad, la frase del minuto 2:00 quede bastante rara.

 

Todo un universo dentro.

 

Artilugios digitales

Una vez conocí a un niño que nada más saludarme sacó una hucha y me pidió una pequeña aportación para cumplir su sueño. Estaba obsesionado con las ballenas y quería ir a verlas a Chile, por lo que sus padres le sugirieron que pensara en un plan de financiación. Por supuesto, participé. Cómo olvidar esa fascinación de la infancia cuando descubres las maravillas que se esconden en el mar. El otro día al hacer scroll en esta página y sentir esa mezcla única de emoción y un poco de angustia (lo que en Almería se denomina «dar cosica»), me acordé de él.

 

Todo un universo fuera.

 

Lecturas que te cambian

Lab Girl (en español La memoria secreta de las hojas) es el libro con el que he comenzado esta década y no podría haber elegido mejor. Es el entusiasmo hecho biografía. La de una mujer que se empeña en ser científica y, a pesar de todas las trabas que encuentra en su camino, lo consigue. Es también una carta de amor a las plantas y a la amistad. Pero lo mejor es que hay en sus páginas tantos paisajes alucinantes, tantos peligros y tanta emoción que podría calificarse como un libro de aventuras.

 

Proyectos del bien

Por experiencia propia sé que las agencias de publicidad funcionan como eficientes engranajes vampirizadores de ilusión. Por eso los creativos que trabajan en ellas desarrollan entusiasmo por encima de la media, como les pasa a los sherpas con el oxígeno. A veces incluso les da para proyectos personales que, por contraste con su día a día, suelen ser especialmente bellos. Barajando Nombres es un claro ejemplo. Un regalo perfecto para las parejas que aún no saben cómo llamar a lo que se les viene encima. Es el proyecto de una amiga, pero es tan bonito que de todas formas lo hubiera puesto aquí.

 

Palabras mágicas

¿Os acordáis de este poema que estudiamos en el instituto? Recuerdo perfectamente el día que lo leímos en clase. Recuerdo cómo, sin que lo viera venir, las dos últimas estrofas se me clavaron en lo más hondo. En un instante, se me humedecieron los ojos, con el consecuente deseo de saltar por la ventana o hacerme invisible (esto me pasaba mucho en clase de literatura). El otro día me acordé de él y lo busqué. No recordaba bien esas estrofas y, aún yendo preparada, un señor muerto hace 375 años logró conmoverme de nuevo. Así que no mentía cuando lo escribió. Esta vez, lejos de avergonzarme por mis lágrimas, me alegré mucho. «Eso es que aún no me he roto», pensé.

 

Pisar el suelo, jamás.

 

Carmen del pasado

La mejor terapia cuando uno está bajo de entusiasmo es ponerse delante del ordenador o el móvil, no a ver qué echan, no a ver «qué dice esta gente de Twitter», no en plan «¿pero cuántos stories he visto ya si en ningún momento he pensado en ponerme a ver stories?», sino a buscar conscientemente cosas que te gustan. Es así cómo hice este hilo de cosas bonitas y este otro más reciente. Ambos inconclusos, porque el trabajo extra de tuitearlo empaña en cierta forma ese entusiasmo y porque para compartir todo lo que me gusta ya tengo estas cartas y os tengo a vosotros. ♥️

 

Aquí me despido. Espero que en estas dos semanas os conmováis y os emocionéis unas 562 veces. O vale, un poco menos, pero tampoco mucho menos.

 

Así, de cero a cien.

 

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📸 CRÉDITOS

1. Stellar de Ignacio Torres

2. Brooke Shields

3. Origen irrastreable

4. Obra de Ryan McGinley

5. TV Tokyo