El dilema de dormir y no morir de asfixia (o comido)

Dormir en el agua no es fácil, pero la naturaleza tiene solución para todo

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La imagen 'Volando sobre los durmientes' fue finalista de la edición de 2017 del Big Picture Competition en la categoría Human/Nature

Franco Banfi / Instagram Big Picture Competition

Cuando uno duerme, el mundo exterior no existe. Hay personas que se despiertan al menor ruido –sobre todo los padres de niños pequeños, alerta ante el llanto de alguno de sus hijos-, pero otras podrían soñar en medio de un bombardeo.

Cuando el ser humano duerme sus ocho horas, más o menos, entra en períodos de sueño profundo en el que el cerebro desconecta y aprovecha a expresarse libremente por medio de sueños. El relax se relaciona con la ausencia de peligros: hay pocas posibilidades que a un asesino en serie se le ocurra fastidiar el sueño en medio de la noche (excepto en las películas de terror).

Pero los animales marinos no lo tienen tan fácil: quedarse inconsciente por el sueño es una sentencia de muerte. Y los cetáceos lo tienen peor: deben salir a respirar periódicamente para no morir de asfixia.

Dormir a medias

Pero la evolución ha brindado soluciones a todos estos problemas. Los cetáceos, como los delfines, las ballenas y las orcas, son animales de respiración consciente. Ellos deciden cuándo deben salir a respirar. Emergen a la superficie, capturan oxígeno y vuelven a sumergirse por diferentes períodos de tiempo, según el tamaño de sus pulmones: un delfín tiene que respirar cada 15 o 20 minutos, mientras que una ballena puede aguantar hasta 50 minutos.

La necesidad de respirar en períodos relativamente breves, así como el alerta perpetua que significa vivir en un ambiente hostil donde en cualquier momento un animal se convierte en el almuerzo de otro, llevó a los delfines a desarrollar un mecanismo de duermevela para poder descansar.

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Espectacular imagen de las ballenas durmiendo

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Estos cetáceos desconectan medio hemisferio cerebral, que le permite nadar con movimientos lentos y algo torpes, y mantienen uno de los dos ojos abiertos en un estado semi consciente. Es similar a cuando los humanos estamos a punto de dormirnos en el bus, pero el cerebro dormido a medias nos avisa que llegamos a la parada.

El ojo abierto se relaciona con el hemisferio que desconecta: si el lado derecho del cerebro descansa, el ojo izquierdo está en alerta. Y a las dos horas, el proceso se invierte.

Los delfines siguen nadando, por lo general cerca de la superficie, para poder emerger y respirar. Es común que naden en parejas, donde rotan las ‘guardias’ entre sus congéneres: el que está despierto genera una estela que es seguido por su compañero dormido, y en caso de peligro, los movimientos nerviosos del guía despiertan al que descansa.

En los oceanarios donde hay delfines y orcas en cautiverio, se ha comprobado que el animal tiene un sueño más profundo y desconecta ambos lados del cerebro”

De esta forma, el delfín no llega a tener un sueño profundo, pero pasan un tercio de su día a día durmiendo, más o menos la misma cantidad de horas que un humano.

Mientras bucean adormilados, su metabolismo disminuye y la sangre se irriga solamente a cerebro, el corazón y los músculos necesarios para sus suaves movimientos. Otras funciones fisiológicas, como las digestivas, quedan en reposo.

Estar alerta significa salvar la vida si hay peligro. Pero en los oceanarios donde hay delfines y orcas en cautiverio, se ha comprobado que el animal tiene un sueño más profundo y desconecta ambos lados del cerebro. Cuando siente que le falta el aire, ‘enciende’ uno de los hemisferios, toma el aire y vuelve a su siesta.

Las microsiestas de las ballenas

Los cetáceos más grandes, como las ballenas y los cachalotes, tienen un sueño más complicado: realizan pequeñas siestas de unos 15 a 20 minutos como máximo. Como suelen nadar a mayores profundidades siempre fue más difícil poder registrar sus momentos del sueño, pero el fotógrafo marino Franco Banfi pudo capturar, de casualidad, el momento en que un grupo de cachalotes echaba una cabeceada.

En aguas de la República Dominicana contempló cómo estos animales se quedaron estáticos, como grandes troncos flotando en posición vertical, durante varios minutos. Como si una mano invisible los despertara, estos gigantescos cetáceos recuperaron la posición y siguieron su camino por las agua del Caribe.

Ya en 2008 un grupo de científicos japoneses y británicos también habían descubierto un grupo de cachalotes ‘erguidos’ bajo la superficie, pero dado que deciden realizar su siesta en momentos inesperados y por lapsos tan breves siempre había sido muy difícil que la ciencia pudiera registrarlo.

Tal como los delfines, las ballenas madres mientras duermen su breve siesta nadan más lentamente, y la estela que genera es aprovechada por la cría para impulsarse, lo que se conoce como ‘natación escalonada’. De hecho, el ballenato durante sus primeras semanas necesita esta ayuda extra, porque todavía su cuerpo no tiene la suficiente grasa para flotar por su cuenta.

Las estrategia para no morir mientras se duerme

Los peces no tienen un cerebro tan desarrollado como el humano, y los estudios científicos descartan que tengan fases del sueño REM como los grandes mamíferos. Pero de alguna forma tienen que descansar su cuerpo tras estar todo el día nadando y nadando. La excepción son los organismos más básicos, como las medusas y las esponjas, que no necesitan dormir porque tienen un sistema nervioso poco desarrollado.

Los peces planos como el lenguado o el rodaballo se mimetizan con el paisaje y descansan en el lecho marino. Los corales y las rocas sirven como ciudades dormitorios donde los peces pequeños quedan aletargados, aunque mantienen un estado de vigilia ante la aparición de depredadores.

Quizás el más temible de ellos, el tiburón, no puede darse el lujo de acostarse entre las rocas: debido a la ausencia de una vejiga natatoria, tiene que nadar continuamente, para que sus branquias puedan recibir agua fresca para oxigenar. Pero estos animales realizan una natación más lenta, también en un estado de duermevela, y gracias a unos sensores que tiene en su morro y en los laterales detectan la aparición de rocas, animales, o de campos magnéticos.

Hay una excepción: en la Isla Mujeres, en México, se encuentra la Cueva de los Tiburones Dormidos. Se trata de una formación rocosa submarina donde, efectivamente, estos escualos descansan en un lugar fijo. Pero hay un truco: el lugar tiene continuas corrientes marinas, y así el tiburón puede descansar y respirar al mismo tiempo.

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