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Obra de Noe Sendas
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Queridas personas:
¿Qué tal os suena el título de esta carta? A mí no me convence del todo, no es algo que hubiera escrito despierta, si os digo la verdad. Elegir otro, sin embargo, hubiera sido hacerle un feo a mi inconsciente y por nada del mundo querría llevarme mal con él. Os explico mi situación: anoche me fui a la cama pensando en que hoy escribiría esta carta y supongo que lo hice con tanta fuerza que, en sueños, después de dormirme, me senté delante de un ordenador (¡un ordenador de los noventa!) y comencé a redactarla. Mi yo despierta ya había pensado un tema sobre el que escribir, pero mi yo dormida cambió de planes y después de una mención a Arquímedes que os voy a ahorrar, elaboró todo un razonamiento contra la razón y lo tituló así: «desentender las cosas».
Esta mañana al despertar, con fragmentos de la carta aún frescos en la memoria, esperaba que, como suele ocurrir, el recuerdo del sueño se deshiciera en pedazos y su lógica defectuosa fuera arrasada por la vigilia, pero para mi sorpresa, el mensaje de la carta permanecía claro y convincente. No lo podía ignorar.
Toda mi vida he recurrido al entendimiento como mecanismo de defensa frente a la incertidumbre. Otras personas se obsesionan con ordenar el espacio a su alrededor, siguen los pasos de una rutina o desmontan aparatos electrónicos y los vuelven a montar. Yo escribo, leo y busco palabras para entender el mundo, pero la motivación que me empuja es la misma que la de ellos: necesito sentir que tengo algo de control.
La carta que mi yo dormida os escribía, y que sospecho que en realidad iba dirigida a mí, trataba sobre los beneficios de suspender toda opinión, dejar de especular y recordar que por mucho que intentemos traducir la realidad a palabras estaremos obligados a convivir con sus misterios día tras día.
Hay una frase del filósofo Alfred Korzybski que todos los Power Points del mundo aún no han podido quemar: «el mapa no es el territorio». Me gusta pensar en ella de vez en cuando: recordarme a mí misma que mis razonamientos, las narrativas en las que me enredo para encontrar sentido a las cosas y tener cierta sensación de control no son la realidad. Es un ejercicio de higiene mental replegarlas de vez en cuando. Desentender. El futuro no dejará de ocurrir porque yo no lo proyecte y contener la respiración no evitará ninguna catástrofe. El mundo no se sostiene porque yo lo piense.
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🎧 Hoy una canción para cerrar los ojos y soñarse por dentro.
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En nuestras realidades digitales, mapa y territorio se dan forma mutuamente. ¿Y qué pasa cuándo imaginar que la información ocupa unas coordenadas, que habita dentro de «carpetas», pierde sentido para toda una generación? En este maravilloso artículo os lo explican.
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Ya os lo he dicho otras veces. Lo mejor para cualquier momento de sobrecarga mental es tirar de Marco Aurelio y sus Meditaciones:
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«Cabe la posibilidad, en lo concerniente a algo, de no hacer conjetura alguna y de no turbar el alma; pues las cosas, por sí mismas, no tienen una naturaleza capaz de crear nuestros juicios».
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Esta newsletter tiene una fantástica comunidad en Telegram. Para uniros solo tenéis que usar este enlace.
Estas dos semanas en el club se han compartido lecturas y pelis para pegarse una buena llorera (entrada #47).
Y consejos para lloriquear menos (#48). Desde ponerle una voz ridícula a nuestros pensamientos recurrentes (genialidad) hasta meter la cabeza en el congelador (¿?).
Os recuerdo además que el club de lectura sobre The Secret History sigue abierto y activo en el post #40. Muchísima tela que cortar.
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No es la primera vez que os recomiendo Blum, pero sí es la primera vez que tengo como argumento su triple nominación a los Premios Ondas Globales del Podcast: mejor ficción, mejor actriz y mejor branded. Si con esto todavía queda aquí alguien que no lo haya escuchado, yo ya no sé.
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Me despido ya. Soñad mucho y soñad bien y no os preocupéis en pensar.
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