Muchos años atrás, cuando vivía sola, una de las cosas que más me gustaba hacer era salir a pasear y pensar que en ese momento nadie en el mundo sabía dónde estaba.

3 de mayo, 2025

de Carmen Pacheco

The Night Son, 1976 de Karel Thole

Queridas personas:

Muchos años atrás, cuando vivía sola, una de las cosas que más me gustaba hacer era salir a pasear y pensar que en ese momento nadie en el mundo sabía dónde estaba. Claro que cualquier persona con acceso a los registros de mi móvil podría haberme ubicado pero, ¿quién iba a querer hacer eso? Esa era la otra cosa que me gustaba imaginar: resultaba razonable suponer que en ese preciso instante nadie estaba pensando en mí. Yo solo era un cuerpo borroso para los transeúntes que se cruzaban conmigo o, aún mejor, absolutamente nadie cuando la calle estaba vacía. Lo más parecido a no existir y al mismo tiempo ser lo único que existe. La única consciencia testigo de los edificios, del cielo, del asfalto, del entramado de sombras bajo los árboles, de la cortina que asoma en un balcón, de un trozo de nube que se deshilacha y no vuelve a ser más.

Eran momentos de sentirme inmensa y libre. Insignificante. Una pompa de jabón brillante y perfecta, a punto de desaparecer.

Escribir estas cartas me genera a veces lo contrario a esa sensación. Es un ejercicio de identidad que me pesa en ocasiones, se me indigesta esta primera persona que me ata al mundo. De repente me veo en la tesitura delirante de mandar un correo a quince mil personas para decirles que tengo la gripe. ¿Qué locura es esa? Sin embargo, otras veces encuentro en el texto la oportunidad perfecta para diluirme. No ser nadie salvo una imagen, un puñado de letras y enlaces. Es fácil de entender, pero difícil de explicar: cuando las personas logramos despojarnos de parte de nuestra identidad, podemos convertirnos para otros en un lugar, un paisaje, un refugio. Algo tan sencillo y tan extraordinario como un punto de vista.

Sé que me entendéis, aunque me tropiece una y otra vez con esta primera persona. Hoy hagamos como que no estoy aquí.

 

🎧 De vez en cuando es necesario escuchar este tipo de temas. Os aseguro que, os guste o no, el corazón se os va a colocar en su sitio.
(No os lo vais a creer pero no había visto el vídeo antes de escribir la carta).

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Una peli

La primera media hora de La 7ª víctima pasa de tal manera el test de Bechdel, que cuesta asimilar que se rodara en 1943. La historia empieza con una chica que busca a su hermana desaparecida y a partir de ahí la trama toma la consistencia de un sueño. Un sueño mío, concretamente. Más que una película es una especie de trance.

 

Un viaje

Es un viaje muy corto. Y muy simple. Pero os va a sentar bien.

 

Una guía

Esta guía de flores de carretera a toda velocidad me la ha mandado una lectora de Flecha. Y no sé si me gusta más la idea o el hecho de que le haya recordado a mí

 

Un libro

Hace tiempo que os quiero recomendar aquí La parábola del sembrador. Es uno de esos libros que no puedes creer que se escribiera hace 30 años porque es demasiado actual, acierta en demasiadas cosas. El hecho de que además esté escrita en un tono mesiánico no ayuda a conservar la cordura. Nada podrá convencerme de que Octavia E. Butler no tenía algún tipo de clarividencia.

 

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Una cita

«I need solitude. I need space. I need air. I need the empty fields round me; and my legs pounding along roads; and sleep; and animal existence».

Virginia Woolf

 

Me despido por hoy. Hasta mi próxima carta, usad vuestra primera persona con precaución.

 

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