Queridas personas:
¿Cómo estáis? ¿Me habéis echado de menos?
Os tengo que confesar que esta es en realidad la segunda carta de verano que os dedico este año. La primera la escribí para un medio y os avisaré en cuanto se publique. Me pidieron que reflexionara sobre cómo mandar estas cartas ha mejorado mi relación con estos meses, y cómo ahora, quién lo iba a decir, recibo con alegría su llegada.
Es la verdad: me gusta el verano y sobre todo me fascinan los mecanismos mentales que activa. No sé si es porque el calor aumenta los estímulos sensoriales o porque lo tenemos muy vinculado a la infancia, pero es la estación de abrir puertas en la memoria. Y mientras escribía sobre esto, me surgió una duda: ¿he abierto yo todas las mías? Llevo mandando estas cartas ocho años, ¿me queda algún recuerdo por explorar?
El domingo pasado encontré la respuesta. Me desperté temprano, mi novio seguía durmiendo, y me fui al salón, iluminado como una iglesia por una luz amable, que aún no quemaba. La mañana era fresca, la temperatura compatible con la vida, detalles que durante meses pasan desapercibidos pero que ahora te arrancan lágrimas de agradecimiento. Sentí, por primera vez en muchos días, la cabeza ligera, los pensamientos bailando. Me tumbé en el sofá y empecé a leer artículos, blogs, newsletters... De repente la vida me pareció interesante y se abrió la puerta a un verano que no había revisitado aún. Aquel de la adolescencia, en los días que la soledad pesaba menos y sentía que tenía todo el tiempo del mundo para leer o estudiar solo las cosas que me interesaban. El verano de los proyectos, de escribir con ambición, de liberarme por fin del barullo de voces del instituto y poder escucharme a mí misma. El de ir temprano a la biblioteca para cambiar unos libros por otros que elegía al azar deambulando entre las estanterías. El de leer del tirón novelas sentada en el porche hasta que se iba la luz, abrir las enciclopedias por páginas al azar, escribir listas y guardarlas en lugares secretos.
Ojalá poder volver a esos días de verano para decirme a mí misma que nada de lo que me atormentaba por entonces tenía importancia. Que encontraría la forma de resolverlo. Ojalá volver para darme las gracias por aprender a disfrutar de la soledad y llenarla de una curiosidad que décadas después me sigue dando ganas de vivir.
|