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Foto de Raquel Chicheri
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Queridos míos:
Está pasando. Lo está haciendo. El verano está desplegando sus asfixiantes tentáculos. Esa fuerza invisible y abrasadora que doblega hasta las voluntades más férreas.
Algunos con más suerte me leeréis desde lugares frescos, incluso desde el invierno austral. Pero aquí en Madrid las temperaturas rozan nuestro absurdo más castizo y esta semana el combo de solana mesetaria y un bochorno tropical inesperado ha acabado con cualquier aspiración a una vida digna.
¿Cómo combato yo el calor? Languidezco. Podría interpretarse con esto que me rindo, porque «languidecer» es un concepto muy incomprendido en nuestra sociedad. Define la RAE la palabra como «perder el espíritu o el vigor», como si el derroche constante de energía fuera el estado ideal de una criatura. Pues no. Es ridículo. Ante un entorno adverso, la mayoría de los seres vivos gestionan con prudencia sus recursos, esperan pacientes circunstancias más prósperas en las que florecer. Los árboles no se marchitan cuando pierden sus hojas en invierno.
Ante un verano hostil, languidezcamos. Las prioridades son las que nosotros decidamos que sean y la productividad es siempre relativa. No hace falta que os diga que ya no estoy hablando del calor, ¿verdad?
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En un ambiente sofocante, ¿qué puede ser mejor que escuchar la típica voz de un detective que nos cuenta en primera persona su investigación y nos invita a adentrarnos en un mundo de loquísimas intrigas sin que tengamos que movernos del sofá? Si no os importa que el detective sea un periodista, os recomiendo el podcast Wind of Change, número uno ahora mismo en mi ranking de obsesiones. Me lo recomendó una de las personas que ha trabajado en XRey, así que no podía fallar.
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Hace un par de meses me regalaron una mascarilla para la cara que se extiende como un gel y huele a lavanda. Pero no a ambientador de lavanda, sino a lavanda de verdad. A lavanda de aspirar muy fuerte y decir «no me creo este olor». La uso desde entonces compulsivamente casi cada noche y no he observado ningún milagro estético, salvo que durante un ratito antes de acostarme soy un poco más feliz. Pocas cosas más estéticas que la felicidad.
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🗄️ A veces me decís «qué ilusión encontrarme una carta tuya hoy» y me encanta, pero luego me quedo pensando «¿cómo que encontrarme? Pero si tenemos una cita, si llevo acudiendo puntualmente a vuestro buzón cada sábado de verano y en todos estos años no he fallado ni una vez...». Y tengo la sensación de que algunas cartas os llegan y otras se pierden en la inmesidad del spam. Como no puedo controlar esto, os dejo aquí el archivo. Pero si algún sábado no aparezco en vuestra bandeja de entrada, buscadme. Os aseguro que estoy ahí.
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Si yo fuera la reina de Internet (una reina absolutista, obviamente) uno de mis primeros decretos reales sería que todos los gifs animados deberían crear bucles perfectos para que pudiéramos mirarlos embelesados durante horas. Según mis cálculos, esto mejoraría el bienestar mental de la humanidad en un 72,6 %. Pero como solo mando en esta carta, tendré que conformarme con enviaros a este campo y a este océano para que languidezcáis con vistas.
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Nos leemos el sábado que viene. Sudad lo mínimo necesario y administrad bien vuestra energía.
Con cariño,
Carmen
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