El otro día mi hermana y yo dejamos a mi sobrino en la escuela y, antes de volver a casa para ponernos a trabajar, nos sentamos a desayunar en una terraza. Por primera vez en muchos meses, tuve una larga conversación con mi hermana sin prisa y a solas.

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Piri Reis (s. XVI)

Queridas personas:


El otro día mi hermana y yo dejamos a mi sobrino en la escuela y, antes de volver a casa para ponernos a trabajar, nos sentamos a desayunar en una terraza. Por primera vez en muchos meses, tuve una larga conversación con mi hermana sin prisa y a solas. Por primera vez, además, no teníamos novedades vitales sobre las que ponernos al día y pudimos dedicar el tiempo a deambular verbalmente: hablamos de futuros proyectos y nuestras últimas obsesiones. Después de esta conversación, sentí como si en mi cabeza se hubiera abierto por fin una presa y el agua hubiera llegado a regiones devastadas por la sequía, donde afortunadamente quedaban aún muchas semillas listas para germinar.


Creo que cuando dos personas se sientan frente a frente sin más propósito que charlar, se genera un corriente. La mayoría de las veces no dará lugar más que a una pequeña rambla. La conversación seguirá el cauce acostumbrado y será en cierta forma reconfortante. Son estas modestas corrientes las que hacen fluir nuestro día a día. Otro tipo de conversaciones, sin embargo, solo se tienen un puñado de veces en la vida. Las dos personas se encuentran por sorpresa descubriendo un afluente desconocido del Amazonas y cuando la conversación desemboca, ellas ya no son las mismas. Sin dar crédito aún, se preguntan: ¿qué aventura inesperada ha sido esta? ¿Qué territorios impensables acabamos de descubrir?


Pero mi tipo de conversación preferida es como aquella que tuve con mi hermana. Ocurre a veces también con mi novio o con amigos. Se inicia como una corriente cualquiera a la que ningún geógrafo daría importancia, pero va incrementando su caudal y repentinamente, empieza a tocar temas vitales. ¿Se ha producido el milagro? ¿Es por fin una crecida del Nilo? Las civilizaciones que viven en mi interior se arrodillan y, entre lágrimas de agradecimiento, rezan a sus respectivas deidades. Por fin volverá la vida a esa regiones de mi mente que necesitaban nutrirse de palabras e ideas ajenas. No hubiera podido yo misma regar esas tierras. Nunca eres consciente del nivel de desolación en tu interior hasta que el agua vuelve a correr.

🎧 Una canción para fluir y dejarse llevar un poco por la melancolía, pero sin ahogaros, por favor.

Una lectura

Dos veces, debajo del mismo árbol, intenté explicarle a alguien lo increíble que es este libro y las dos veces fracasé. Hay conversaciones en las que no cabe la voz de un tercero. No sé tampoco si es la recomendación más adecuada para la metáfora fluvial que he elegido hoy porque este es un libro en llamas. Es un libro sobre crecer en el desierto y llevar ese fuego dentro, disimulado, domesticado, y darte cuenta un buen día de que ha sido todo en balde, porque nunca has dejado de arder.

Un aviso

Para cuando os envíe mi próxima carta, que será la última de esta temporada de Flecha, podré hablaros por fin con todo detalle del proyecto en el que he estado trabajando este año. Creedme, si os gustan las cosas que os cuento aquí, este asunto es cien por cien de vuestro interés. Hasta entonces, los que me sigáis en Twitter o en Instagram, tendréis la primicia en exclusiva.

Un tesoro

Es probable que este colgante de pez lo llevara alguna niña del Antiguo Egipto prendido de una trenza, como amuleto para no ahogarse, pues esta era la costumbre por entonces. Una de las caras está muy gastada seguramente por haberlo manoseado mucho. Así que no dejo de imaginarme unas pequeñas manitas de hace dos mil años frotando al pececillo mientras su dueña le susurra secretos en una lengua muerta.

Un prodigio

Si os parece que las metáforas fluviales están muy manidas os voy a dar un dato para hacerlas más interesantes. Resulta que la frondosidad de la selva del Amazonas no solo depende del río más largo y caudaloso del mundo, que acumula la quinta parte del agua dulce del planeta. Otro elemento clave para que se produzca este prodigio de fertilidad es el polvo del Sahara, cargado de fósforo, que llega hasta la selva por las corrientes de aire que atraviesan el Atlántico. Esto significa que el lugar más desértico e inhóspito de la Tierra da vida al más fértil. La poesía en este planeta se hace sola.

Me despido por hoy. Espero que esta carta os haya regado un poco. Nos vemos en dos sábados.

Bienvenida.

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