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Portada de la revista The Sketch, 1920
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Queridas personas:
En los últimos años han pasado tantas cosas horribles en el mundo que a menudo me he visto aquí, sin ni siquiera saber cómo empezar a escribir estas cartas. Me surgía constantemente la pregunta: ¿cómo puedo escribir yo ahora sobre pequeños placeres o reflexiones primermundistas mientras ocurren tantas tragedias, cuando hay tantas personas sufriendo?
Y es curioso que no sepa precisar muy bien en qué momento llegué a mi punto de inflexión, si fue algo gradual o un día la cabeza se me rompió del todo viendo las noticias, pero mi perspectiva a día de hoy es la opuesta: ¿cómo voy a dejar de escribir sobre pequeños placeres o reflexiones primermundistas mientras ocurren tantas tragedias, cuando hay tantas personas sufriendo?
Me gusta cuando me decís que estas cartas os alegran el día o que a veces he puesto en palabras algo que os pesaba por dentro y no sabíais expresar, pienso entonces que estoy contribuyendo de alguna manera al mundo. Pero tampoco me engaño. No creo que mi trabajo, especialmente el que hago por dinero, tenga un impacto relevante en la vida de nadie. Por eso cuando el otro día, una amiga que trabaja en una ONG me dijo que ella y muchos de sus compañeros habían pasado por el mismo punto de inflexión que yo, me sentí justificada. Porque si hasta ellos, que por pura vocación lidian con nuevos horrores cada día, piensan lo mismo, es que algo de razón hay en ello.
No voy a decir que es autocuidado porque ese es un concepto que el individualismo liberal ha corrompido hasta dejarlo vacío. Diré que se trata de pura supervivencia. Es un esfuerzo por hacerle hueco a un concepto alegre y liviano de la vida. Es recordar que la sociedad puede funcionar de tal forma que uno no tenga más preocupación una tarde de verano que decidir si prefiere comer melón o sandía. Que nadie, ni siquiera los grupos más privilegiados, tiene garantizados para siempre sus derechos y que por eso está bien lucirlos y disfrutarlos y recordar que es así como deberíamos vivir todos. Es hacerle un espacio a las cosas que nos gustan del mundo para encontrar el ánimo de defenderlas y no darlo todo por perdido.
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π La canción
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Una canción del verano que empecé a escribir estas cartas, cuando todos éramos más jóvenes e inocentes. Algo tiene que quedar de esa época.
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π La carta
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El próximo 23 de agosto abriremos sala en nuestro club de lectura para comentar Planeta solitario de Ana Flecha Marco, que es un libro perfecto para leer en estas fechas. Os lleva de viaje sin tener que apartaros del ventilador. Además de recordaros lo del club, os recomiendo apuntaros a la recién estrenada newsletter de su autora, que es una carta sobre una de las mejores cosas de la vida, que son las cartas.
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π El pasatiempo
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Cuaderno de actividades veraniego y crímenes ilustrados: mejor mezcla de ingredientes que un mojito. Modesto García y Javi de Castro han publicado El crimen del verano y me parece un elemento indispensable en cualquier mesa de porche. Sobre todo para vivir la fantasía de que el tiempo dura tanto como en aquellos antiguos veranos cuando hacíamos crucigramas y aún nos sobraban horas.
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π¦ El dato
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Me gusta que un aspecto importante de las relaciones humanas hoy en día sea la clase de cosas que te mandas con cada persona por WhatsApp. Están las personas con las que intercambias memes, las que te tienen informada de geopolítica, las que comparten titulares distópicos y las que, como mi hermana, se encargan de temas nicho como los dinosaurios. Porque una semana en la que te los imaginas graznando horriblemente como pajarracos es una semana mejor.
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π₯ La comida
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Una ensalada de verano sencillísima, pero perfecta, que hizo el otro día mi novio: garbanzos cocidos de bote, cebolla tierna, tomate y aceitunas picadas. Y muy importante: una emulsión de aceite, vinagre y pimentón.
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π« La desrecomendación
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Mi desrecomendación esta semana es que vayáis por la calle sin sombrilla a las horas en las que pega más fuerte el sol. Es vulgar, incivilizado y malo para vuestra piel. El otro día abrí este melón en una publicación de Instagram. Sé que yo lo tengo fácil, porque en el centro de Madrid los turistas asiáticos han sido punta de lanza y a nadie le sorprende la imagen, pero con este panorama climático, hay que ir recuperando esta costumbre decimonónica en toda la geografía.
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Actitud para esta semana:
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Me despido por hoy. Esta semana defended vuestros pequeños espacios.
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