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Queridas personas difuntas:

¿De verdad pensabais que os iba a dejar sin carta esta semana? ¿Me creéis tan cruel? No tenía intención de hacerlo incluso antes de recibir intensísimos mensajes cuyo contenido abarca desde la súplica hasta la indignación

Si habéis recibido esta carta y no otra, puede deberse a uno de estos motivos:
- Fuisteis hacia la niebla. Un claro espíritu kamikaze con el que es imposible no simpatizar.
- Tocasteis el espejo. Estos sois la mayoría. Era lo más intuitivo dentro de la historia, lo sé.
- Elegisteis las opciones seguras pero no pudisteis resistir la tentación de mirar lo que pasaba en las otras. Mi gente preferida.
- No abristeis la carta o no pulsasteis ningún enlace y quizá no sabéis siquiera de lo que estoy hablando. Os recuerdo que si estas cartas os cansan, os podéis dar de baja aquí.
- Sobrevivisteis al juego pero, por las características de vuestro correo, el sistema os cuenta como parte del grupo anterior. ¡Siento las limitaciones técnicas!

En cualquier caso ya que estáis aquí, en el reino de los muertos de mi imaginación, aprovechando esta oscuridad que nos rodea, os voy a confesar una de mis fobias. Me incomoda mucho ver unas tijeras abiertas sobre cualquier superficie. Incluso cuando no son mías, intento alcanzarlas y cerrarlas discretamente. Sé que es una superstición absurda, pero no puedo evitar pensar que van a conjurar alguna calamidad. Y eso es todo. Es solo un dato irrelevante que se me ha ocurrido contaros. Tal vez lo recordéis. Tal vez no.

 

Música para teletransportarse

Por razones personales y completamente fortuitas, tengo asociada la muerte a la obra de piano más triste de la historia. Siempre he pensado que es una pena, porque la muerte debería sonar como esta pieza del mismo compositor. Elegante y seria, pero no dramática. Misteriosa y llena de elementos que nunca lograremos descifrar.

 
Oh.
 

Cosas que te rompen la cabeza

El 28 de diciembre de 1911, Ria Munk, una joven de 23 años perteneciente a una de las familias más poderosas de Viena, tomó un revolver y se disparó al corazón. No hubo duda del motivo, porque además del revolver, tenía consigo una carta de su amante, Hanns Heinz Ewers, conocido como «el Edgar Allan Poe alemán». En ella el escritor, dieciséis años mayor que la suicida, no solo daba por terminado su compromiso, sino que la llamaba «romántica incurable sin contacto con la realidad». Que no se iba a casar con ella se lo podríamos haber dicho nosotros a la pobre Ria con solo ver la foto de este apuesto y turbio escritor, simpatizante de Hitler, al que los propios nazis acabaron cancelando por «degenerado» (me encanta la ironía de este dato, pero en realidad es más probable que lo vetaran por su postura filosemita). La madre de la joven, devastada, pidió a Gustav Klimt que hiciera un retrato de su hija y el resultado fue la pintura que encabeza esta carta, donde Ria Munk aparece en su lecho de muerte. No era una fórmula macabra para la época, pero a la madre no le gustó, así que Klimt la volvió a pintar, esta vez más a su estilo: viva, sensual y semidesnuda. Mala idea también. La madre pidió a Klimt un tercer intento y el pintor, un poco harto ya, por fin retrató a la joven como su familia quería recordarla. Munk aparece sonriente, con las mejillas llenas de vida y bien tapada. Lamentablemente, el retrato quedó para siempre inconcluso, porque en un irónico giro de los acontecimientos, Klimt falleció antes de acabarlo.

 

Un desayuno muy de muertos

 

Datos que hacen el mundo interesante

Pegarte un tiro a causa de un desamor se trata de una elección personal, pero es posible que la pena te rompa el corazón literalmente. Este fenómeno físico se llama: síndrome del corazón roto o miocardiopatía de takotsubo («trampa de pulpos» en japonés) y, oh, sorpresa, afecta sobre todo a mujeres.

 

La SSF y el enigma de las tres escritoras

Si leísteis mi última carta, sabéis que os pedía averiguar el nombre de una monja para entrar en cierta sociedad secreta de la que no puedo dar más detalles. La monja del cuadro que describí era Hildegard von Bingen. Muchas personas ya la conocían y supieron que se trataba de ella al leer la descripción del cuadro, otras personas llevaron a cabo una intensa investigación en Google (mis disculpas a todos los que buscasteis «nun tentacles» y tenéis ahora que vivir con ello), otras revisaron listados de monjas escritoras medievales y otras simplemente pusieron «monja escribiendo tablillas» en el buscador y les salió como primer resultado en imágenes. La vida es así. Gracias, en cualquier caso, a todos los que lo intentasteis y no acertasteis con el nombre. Me habéis descubierto a muchas santas interesantes. Y me habéis sorprendido y halagado con vuestro interés en participar.

Pero esto es como el examen que suspendes porque no te han dado tiempo suficiente o porque ni siquiera pudiste ir a clase ese día. Es injusto. Así que aquí viene el trabajo de recuperación.

En una de mis cartas de verano, mencioné a una de mis escritoras favoritas de principios del siglo XX. Una escritora con jardín (no es Gertrude Jekyll ni Vita Sackville-West, digamos que mi escritora era simplemente una aristócrata aficionada a la jardinería). Un día, leyendo sobre su vida, me enteré de que esta increíble mujer era prima de otra escritora cuyos relatos me habían fascinado hacía años. Descubrir que dos de tus escritoras preferidas interactuaron en su tiempo es genial, pero si son tres es aún mejor. Resulta que la prima tenía una estrecha relación de amistad y rivalidad con una tercera escritora, muchísimo más famosa que las dos primeras. Si averiguáis los tres nombres y me los enviáis aquí, podréis entrar en la sociedad. Y si ya de paso leéis a alguna de ellas, seguro que saldréis ganando. No hay límite de tiempo. La puerta seguirá abierta.

 

Universos a los que mudarme

Estas dos semanas que habéis estado muertos, he imaginado que seguíais por ahí haciendo vuestras cosas, como los fantasmitas de Angela Deane.

 

Aquí me despido. Recordad si queréis compartir esta carta podéis usar este enlace. ¿Queréis que la lean los vivos? ¿Querrán los vivos compartir la suya con vosotros? Espero que sí.

 

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🚪 Y si crees que es momento de marcharte, date de baja.

 

📸 CRÉDITOS

1. Posthumous Portrait of Ria Munk I de Gustav Klimt

2. Fotograma de Shōjo Kakumei Utena

3. Origen irrastreable