18 de enero, 2025
|
 |
de Carmen Pacheco
|
|
|
|
 |
Katrien de Blauwer
|
Queridas personas:
El otro día, una amiga que se ha mudado hace poco me decía que desde sus nuevas ventanas presta más atención a lo que ocurre en el cielo: amaneceres, atardeceres, fases de la luna y otros fenómenos tan cotidianos como espectaculares. Me hizo reír con una frase cargada de entusiasmo y hasta un punto de genuina sorpresa: «¡El cielo es increíble!».
En el último año observo a mi alrededor un interés creciente por fenómenos naturales de andar por casa. No me refiero a la romantización de lo rural vs. lo urbano que tuvo lugar hace una década. Estos días la gente verdaderamente alucina con el trocito de cielo que ve desde la ventana de un apartamento, se enamora de los árboles de su calle en otoño o por primera vez se fija en los pájaros del vecindario. Hace dos semanas os hablé aquí mismo de un calendario astronómico que había descubierto y es uno de los enlaces más visitados en toda la historia de estas cartas.
En Navidad le regalamos a mi sobrino la estación espacial de Playmobil y mi cuñado, que trabaja en el sector de las renovables y es la persona más ecologista que conozco, me sorprendió diciendo que a veces sentía nostalgia de lo no vivido cuando pensaba en la época de la carrera espacial. A él, como a todos, supongo, le hubiera gustado experimentar la inocencia de unos años en los que la palabra «progreso» no tenía ninguna connotación negativa. El consumismo no había enseñado aún su auténtica cara y el genio de la tecnología humana parecía capaz de mejorar de verdad la vida de todos. Si la lavadora doméstica liberó de un trabajo manual esclavo a millones de amas de casa en todo el mundo, ¿cómo no íbamos a acabar creando una utopía en la Luna?
Décadas más tarde, en un marco similar de conflictos armados, pero con el ingrediente extra de las catástrofes naturales, nos encontramos debatiendo si las redes sociales, aparte de habernos creado problemas psicológicos a gran escala, pueden suponer también el fin de la democracia. Hasta yo, que siempre he sido una entusiasta de la tecnología, me encuentro profundamente decepcionada por el uso que se ha hecho de ella. ¿Por qué la hemos dejado en manos de un hatajo de psicópatas? ¿Cómo es posible que nos lo hayamos montado tan mal?
En este contexto, me parece normal que, movidos por una mezcla de angustia y la esperanza más incombustible, nos asomemos a la ventana buscando la grieta por la que se rompe la ciudad, el trabajo, la rutina, las noticias, los asuntos humanos, y se cuelan amaneceres y atardeceres, noches estrelladas, la luna y el brillo de los planetas. La belleza de un trozo de cielo.
|
 |
|
|
|
|
🎧 Os dedico el estribillo de esta canción, como si fueran mis cartas las que os lo cantaran.
❥ Spotify / ❥ YouTube
|
|
|
|
|
|
➤ Una meditación
|
A veces me escapo a este vídeo como si fuera un refugio. Me parece precioso y me inunda de paz. Sé que lo considero casa porque el paisaje y la luz son muy similares a los de mi infancia, pero espero que a vosotros también os fascine, aunque sea por otros motivos.
|
|
|
|
➤ Una visión
|
Hotel de Londres, luz grisácea y una Carmen muy estresada que se había despedido del verano a mitad de agosto. En realidad, mi mayor preocupación no era el trabajo que me ocupaba allí, sino el que me esperaba en casa. Tenía que seguir escribiendo la historia para una nueva audioserie con Manuel Bartual y la parte que ocurre en el presente la teníamos clara. Como en Blum llevamos el formato de podcast periodístico a la ficción, esta vez queríamos hacer lo mismo con el podcast conversacional. Uno de mis más locos sueños es leer algún día fanfiction de Las Hijas de Felipe resolviendo misterios en conventos (por favor, que alguien se anime), así que para esta historia nos quedamos con la idea de dos podcasters y un misterio en un convento, pero nos lo llevamos a un terreno mucho más nuestro, introduciendo otra referencia de la que ya hablaré más adelante, porque tampoco os lo voy a contar todo hoy.
El caso es que la parte de la ficción que ocurre en el pasado aún estaba borrosa. Yo quería meterme de lleno ahí. Necesitaba, de hecho, refugiarme en ese mundo imaginario, pero con mi cabeza rota, no encontraba la entrada. Entonces hice lo que suelo hacer en estos casos: abrir Pinterest y crear un moodboard. Mucha gente usa los moodboards para reunir referencias de un proyecto y compartirlas con colaboradores, pero a mí me sirven literalmente para entrar en un estado de ánimo (por supuesto tengo un tablero gigante de Flecha que miro a veces antes de ponerme a escribir las cartas). Es como si me ayudaran a sintonizar la frecuencia de mi cerebro en la que capto fragmentos de lo que pasa en la historia. Porque escribir para mí es eso a veces. No tengo la impresión de estar inventándome nada, sino de estar... ¿esclareciendo los hechos? Es como si todo eso hubiera pasado de verdad en alguna dimensión y yo tuviera que esforzarme en recordarlo. Así que miro las imágenes que, sacadas de su contexto, y combinadas entre sí me cuentan otra historia. Las voy eligiendo como en una rueda de reconocimiento. Una vocecilla dentro de mí las señala: «sí, sí, eso es lo que pasó. Ahora lo recuerdo».
Meses después, por suerte, esta historia, que se titula Místicas, ya no está solo en nuestras cabezas, sino en fase de producción con Viva Films, Manuel y yo dirigiendo, y un elenco de actores que aún me cuesta creer. Pero como queda aún un mes para el estreno, he pensado que me apetece volver al origen, a esa habitación gris de Londres donde encontré la puerta a un convento muy particular. El convento de las Hermanas de la Luz del Sagrado Corazón.
El ánimo se contagia y creo que si voy compartiendo en mis cartas fragmentos de ese tablero, quizá vosotros vayáis entrando también en esa parte de la historia, y cuando la escuchéis, será como si también la recordáseis un poco, como si alguna vez, en otra vida, hubierais estado allí.
|
 |
Créditos por columnas: Origen irrastreable / Nikitahart / Legend of the Suram Fortress, 1985 /Santuario di Santa Rita Da Cascia / Bilbioteca Bodleiana / Peau d'âne, 1970 / Alice, Sweet Alice, 1976 / Biblioteca Apostolica Vaticana / Origen irrastreable / Jean Geoffroy / Juan de Borgoña / Frank R. Snyder
|
|
|
|
|
|
➤ Una contradicción
|
Qué complicada la relación con Instagram. Por una parte, sabemos que es el demonio, por otra parte si no fuera por esta red social yo no hubiera saludado a Mina Barrio e Isa Macías en el OFFF Sevilla como si las conociera de hace mucho. Ellas no me hubieran llevado a su estudio y yo no habría podido alucinar con un lugar que había visitado muchas veces a través de sus historias y que en persona me pareció aún más bonito (una prueba de que Instagram no siempre engaña). Y es más, no habría podido conocer a la constelación de personas increíbles que convergen allí.
➸ Tampoco podría ahora enlazar este vídeo superútil de Mina en el que explica cómo usa ella los moodboards.
➸ Ni compartir el proyecto de Vanesa, una de esas personas que en cuanto la ves, piensas: por favor, déjame un rato mirar con tus ojos.
|
|
|
|
➤ Una vida
|
Más belleza pequeña. Más cosas bonitas en internet. Marta Hortelano me enseñó a principios del año pasado su proyecto de bordado para vivir y recordar, y la idea me pareció preciosa. El resultado es aún mejor de lo que me imaginaba y seguro que os encanta tanto verlo como leerlo.
|
 |
|
|
|
➤ Una ventana
|
Y en esta carta en la que me he quejado de las redes sociales y luego casi todo lo que recomiendo lo he descubierto en Instagram, no puedo dejar de enseñaros mis trozos de cielo. Gracias a las vistas de mi casa, tengo una intensa relación con él desde hace muchos años y no la comparto más a menudo porque pienso ¿que es aburrido para los demás? ¿Que no interesa? En la última luna llena (que gracias a vuestro calendario favorito, sabemos que es la luna del lobo), me quedó claro que estaba equivocada, así que continuaré reportando desde las alturas.
|
|
|
|
|
Y aquí me despido. Espero que entre esta carta y la alineación de planetas, hayáis acumulado suficiente energía celeste como para que no se os olvide que hay belleza por todos lados, en todas partes. Nos leemos en dos semanas.
|
 |
|
|
|
|
|