Una carta de despedida.

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Foto de Amber Mozo.

Queridas personas:

¿Recordáis que os dije que os iba a escribir esta última carta desde un avión? Pues lo hice, pero no me gustó. Me quedó un texto bastante deprimente y miserable, digno de una criatura comprimida en un espacio minúsculo que había sido pastoreada a través de una puerta de embarque. Creo que había romantizado ingenuamente esa imagen futura de mí escribiendo en un avión. O puede que también influyera el hecho de que viajaba por trabajo y era domingo.

Decidí no mandarla y escribir otra cuando estuviera más cómoda, sentada sobre las sábanas blancas de una enorme cama de hotel y con una temperatura agradable. Esta vez romanticé con más acierto, porque efectivamente la cama es gigante y tengo incluso un ventanal al lado por el que entra una luz preciosa de tarde que me ha durado todo un párrafo. Cosa increíble, siendo esto Londres.

Intento escribir estas cartas cuando estoy de buen humor o más bien, me propongo estar de buen humor cuando me siento a escribir estas cartas. No es una simple cuestión estética sino una especie de activismo. Uno de los principales problemas de internet es que incendiar los ánimos se ha convertido en un modelo de negocio tan extendido que hasta quien ni siquiera es consciente o saca provecho de ello piensa que es una forma válida de interacción. Un entorno de comunicación desquiciado ayuda a normalizar las noticias más terribles y rebaja el estándar de nuestras expectativas: a nivel personal y colectivo, ya solo aspiramos a no ir a peor.

Por eso es importante para mí, cada vez que os escribo, sobreponerme a mi estado de ánimo y no contribuir en estas cartas a la crispación o el derrotismo. Me recuerdo que, aunque a veces no sea capaz de verlas, la verdad, la bondad y la belleza siguen existiendo y yo tengo un compromiso absoluto con ellas.

 

🙃 La canción

 

Me hice un poco la víctima la semana pasada. La verdad es que no me critican tanto y cuando lo hacen tienen un poco de razón porque esta sección es tan imprevisible como las canciones que me da por escuchar en repeat cuando voy por la calle. Por ejemplo una de unos veinteañeros alemanes que no tiene ni mil reproducciones en Youtube. 

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🌧️ La visión

 

Otros años he sentido que el trabajo que me obliga a viajar en estas fechas me arrebata preciosas semanas del verano en España. Este, sin embargo, he experimentado alivio al escapar de una ola de calor que me persiguió hasta en Finlandia. Londres no está aún otoñal como otros agostos, pero está siendo amable conmigo. Por si, como yo, no veis el momento de poneros la gabardina, os recomiendo abrir esta web y mirarla un rato. Me gustaría que el suelo estuviera más limpio, pero aún así me provoca felicidad.

 

🏊‍♀️ El vídeo

 

Sé que este vídeo pertenece a estas cartas porque a lo largo de los años me lo han enviado varias personas. ¿Pero es realmente bonito? A mí me resulta un poco perturbador. Os dejo decidir a vosotros.

 

🏯 El viaje

 

A mi amigo Agus lo conocí hace muchos años en Tokio cuando él vivía allí y trabajaba en una consultora de diseño. La primera noche nos llevó a mi novio y a mí a comer un ramen que sigue el número uno en mi ranking vital de rámenes. Jamás lo olvidaré. También recuerdo esa noche porque nos dijo que Japón estaba bien, pero que era demasiado normal (!!!) para él, después de haber vivido varios años en China, país que echaba mucho de menos. Para mí sería impensable viajar a cualquiera de los dos países y no pedirle consejo sobre todo, así que cuando me dijo que había montado una agencia de viajes personalizados para hacer justo eso, me pareció que una pequeña pieza del mundo se colocaba en su sitio. Si estáis pensando en ir, consideradlo una señal.

 

🌊 La sensación

 

Pido perdón por mandar durante ocho veranos una newsletter que se llama OLA y no haber enlazado aquí nunca el artículo de Wikipedia sobre el «sentimiento oceánico», pero es que estas cartas no aspiraban a ser demasiado profundas. Ahora, sin embargo, en los tiempos que corren, creo que cualquier ocasión es buena para recomendar cosas por las que merece la pena vivir. Yo creo en ese concepto de conexión con algo más grande porque lo he experimentado, aunque menos y más brevemente de lo que quisiera. Estoy convencida de que si más gente lo encontrara, la media de sufrimiento en el mundo disminuiría.

 

👋 El aviso

 

Como ya os dije, esta es mi última carta del verano. ¿Cuándo volveré con Flecha? Pues aún no lo sé porque ahora todo mi tiempo libre y mi energía estarán dedicadas a terminar el proyecto que mencioné en otra carta. Mientras tanto seguiré publicando en Instagram sobre mis avances y mi relación de amor-odio con Londres (antes era solo odio, he mejorado un montón). Seguidme por allí si queréis saber de mí. Y recordad que la semana, en el canal de Telegram, abriremos sala para hablar de la próxima lectura que nos toca en el club.

 

💭 El planeta

 

Hace tiempo me enteré de que, al igual que la existencia del planeta Neptuno se dedujo a partir de los cálculos de los astrónomos, también se consideró la existencia hipotética de un planeta entre Mercurio y el Sol al que llamaron Vulcano. Automáticamente sentí simpatía por aquellos que lo imaginaron y todos los que creyeron en él. Me habría encantado que tuvieran razón. Einstein acabó con toda esperanza, pero aún nos siguen quedando los vulcanoides y toda una lista de objetos astronómicos hipotéticos

 

🚫 La desrecomendación

 

Os desrecomiendo mucho la comida de avión. Es un tipo de comida horrorosa que sienta fatal y sin embargo, ¿por qué a veces sabe tan bien? La he disfrutado incluso en viajes de trabajo que no quería hacer, así que desde luego no es por asociación a ocasiones felices. Si tenéis un vuelo largo próximamente y queréis haceros una idea realista de la comida que os espera, podéis echarle un vistazo en esta página

 

 Actitud para esta semana:

 

Aquí me despido por una buena temporada. Os deseo el final de verano más feliz del mundo.

P.D.:

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