La primera vez que sufrí de verdad por amor, vomité. Recuerdo poco de los meses de tortura que siguieron, pero tengo grabado a fuego aquel momento miserable, de rodillas en el baño de mi abuela, atravesada por un puñal en el estómago.

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Foto de Elizabeth Montgomery.

Queridas personas:

La primera vez que sufrí de verdad por amor, vomité. Recuerdo poco de los meses de tortura que siguieron, pero tengo grabado a fuego aquel momento miserable, de rodillas en el baño de mi abuela, atravesada por un puñal en el estómago. Un amigo mayor que yo me prometió por entonces que el dolor pasaría y que en el futuro ni siquiera me acordaría de aquello. A pesar de mi total incredulidad, su profecía se cumplió en parte. Hoy no sería capaz de reconocer por la calle a la persona que me causó aquel daño y, sin embargo, sigo conservando el recuerdo de aquel día. Quizá lo que hizo mella en mi memoria no fue tanto el dolor como la sorpresa. En aquel momento, mientras vomitaba, pensé que me iba a morir. ¿Cómo era posible que unas simples palabras me hubieran causado una reacción tan violenta? Es verdad que el amor hasta entonces ya me había acelerado el pulso, me había provocado vértigo y placer, pero yo lo consideraba una simple abstracción. ¿Cómo podía tener ese poder material sobre mi cuerpo adolescente para hincarme de rodillas en la losa fría y retorcerme por dentro? 

El lenguaje es engañoso y por cómo nos expresamos, pareciera que nuestro cerebro tuviese conexión con un mundo inmaterial donde habitan las ideas, los sentimientos y las emociones. Les ponemos nombre —«amor», «alegría», «esperanza»...— y las elevamos a la categoría de conceptos olvidando que también están hechas de carne y sangre. Nuestro cerebro es un ilusionista, pero trabaja con materia. Si alguien nos clava un puñal en el pecho, la hoja de acero no produce dolor. Desgarra los tejidos y provoca una hemorragia, pero no duele. El dolor es la reacción del cerebro ante esta situación de alarma. A veces incluso, la agresión es tan inesperada que la respuesta tarda en llegar. Y en esos segundos de asincronía se desvela el truco. 

Está demostrado que ante una situación de rechazo emocional aumenta la actividad del cortex del cíngulo anterior. El cerebro activa los mismos mecanismos que si nos pinchasen. ¿Por qué? Pues porque no tiene otros. Es decir, el «dolor emocional» y el «dolor físico» son lo mismo. Cuando te rompen el corazón no te desangras, pero estoy segura de que hay muertes menos dolorosas que una traición.

Pongo como ejemplo el desengaño amoroso porque, aunque es una bestia temible, no es ni mucho menos la más fiera. De la agonía del duelo o el calvario crónico de la depresión ni siquiera me atrevo hablar. Hay desgracias en nuestra vida que no son evitables, pero en lo que respecta al desamor es lícito preguntarse si es que somos imbéciles. ¿Por qué corremos el riesgo de herirnos una y otra vez? Los niños que se queman por acercar la mano al fuego no lo vuelven a intentar. 

La clave de todo este asunto es que esta magia de la materia también funciona en sentido contrario. La gente vuelve a enamorarse porque el amor cura. No solo de forma figurada sino física. Y si unas palabras pueden ponerte el estómago del revés otras son capaces de sanarte

El responsable de todo es el cerebro y aunque saberlo no nos permite desactivar en el acto sus mecanismos, si nos da cierto control sobre ellos. Lo que llamamos «dolor emocional» se asemeja a vivir en una casa donde se ha disparado una alarma. Es molesto, por momentos resulta insoportable, pero sabemos que no hay ladrones dentro y nadie nos va a matar. Podemos sobrevivir hasta que el zumbido baje de volumen, podemos hacer cosas para amortiguarlo y podemos aferrarnos a la esperanza de que aunque siga sonando toda la vida, en algún momento lo dejaremos de escuchar.

 

🎧 Hoy os dejo una canción preciosa sobre sentir mucho y muy fuerte que he escuchado en bucle más veces de las que me gustaría admitir. «I'm on fire but I'm trying not to show it» define mi estilo de vida desde los treinta.

 

Tres estudios

🧠 Os prometo que no me invento las cosas. Hay mucha literatura científica que vincula el dolor físico y emocional a las mismas áreas del cerebro. Podéis comprobarlo aquí.

💊 Por si acaso no entráis al enlace anterior, os comento un dato que me tiene loquísima. Si el dolor físico y emocional son lo mismo, ¿se puede tratar el mal de amores con paracetamol? Pues resulta que sí. Otra cosa es que sea recomendable.

💋 Más mágia de amor y materia: los cerebros conectan y se sincronizan cuando nos besamos.

 

Un podcast

Estoy segura de que escuchar Las hijas de Felipe me baja los niveles de cortisol. Sus voces me transportan a un lugar de paz y recogimiento. Este episodio sobre las lágrimas es de mis preferidos.

 

Una verdad

Izumi Shikibu fue una mujer japonesa que en el siglo X escribió esta frase (traducida por Edgar Trevizo):

En este mundo
el amor no tiene color,
y aun así, cuán profundamente
mi cuerpo
está teñido por el tuyo.

 

El club

Esta newsletter tiene una fantástica comunidad en Telegram. Para uniros solo tenéis que usar este enlace

Otra vez os tengo que agradecer vuestros increíbles consejos sobre cómo organizarse mejor, en los comentarios de la entrada #45. Es pronto para echar las campanas al vuelo pero de momento algunos ya me están rentando.

Si os gustan las historias de viajes en el tiempo, os recomiendo entrar en el post #44 porque no creo que queden muchas buenas que no se hayan comentado ahí. Sois los mejores.

He decidido comenzar el siguiente club de lectura el sábado 4 de marzo (el libro lo dije aquí). ¿Os parece muy pronto? Podéis darme vuestra opinión en el canal.

 

Un poema

Estaba viendo la última serie de Mike Flanagan, que no me ha gustado ni remotamente tanto como la anterior, cuando de pronto un personaje empieza a recitar este poema y yo me derrumbo en el acto. Otra prueba de que las palabras duelen o sanan y a veces hacen las dos cosas a la vez. Imposible para mí leerlo sin llorar. Imposible.

Epitaph
de Merrit Malloy


When I die
Give what’s left of me away
To children
And old men that wait to die.
And if you need to cry,
Cry for your brother
Walking the street beside you.
And when you need me,
Put your arms
Around anyone
And give them
What you need to give to me.

I want to leave you something,
Something better
Than words
Or sounds.

Look for me
In the people I’ve known
Or loved,
And if you cannot give me away,
At least let me live on in your eyes
And not on your mind.

You can love me most
By letting
Hands touch hands,
By letting
Bodies touch bodies,
And by letting go
Of children
That need to be free.

Love doesn’t die,
People do.
So, when all that’s left of me
Is love,
Give me away.

I’ll see you at home
In the earth.

 

Me despido ya. Cuidaos esas heridas e intentad aliviar las de esos que tenéis al lado.

 

No...

 

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