Hace unos meses me caí. Fue una caída muy de señora que se sube a un taburete para llegar a la parte de arriba de un armario. No os subáis a taburetes, por favor, todo el mundo sabe que tienen una pésima estabilidad.

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Obra de Nicolas Malinowsky.

Queridas personas:

Hace unos meses me caí. Fue una caída muy de señora que se sube a un taburete para llegar a la parte de arriba de un armario. No os subáis a taburetes, por favor, todo el mundo sabe que tienen una pésima estabilidad.


Recuerdo la caída como si fuera ayer. Como si fuera hace cinco minutos. Por suerte no me hice nada, al menos de manera física. De manera figurada, me dividí por completo, me partí en dos.


Me gustaría entender los procesos químicos que tuvieron lugar en mi cerebro durante el segundo (¿menos?) que estuve en el aire. No sé si fue una descarga brutal de adrenalina lo que alteró mi estado de consciencia pero la sensación de ruptura fue absoluta: mi mente estaba fija en algún punto lejos de mi cuerpo asistiendo impasible a la caída, esperando a notar el impacto contra el suelo. Mientras, mis piernas y brazos se movían automáticamente en un vano intento de recuperar el equilibrio.


No puedo reconstruir con detalle cómo me caí, porque en ese punto y hasta un rato después, mi mente y mi cuerpo no volvieron a fusionarse. Ya en el suelo, estuve durante unos segundos oyéndome gemir (no me rompí nada pero me hice mucho daño), mientras una parte de mi consciencia, ajena por completo al dolor, hacía un repaso del estado de piernas, brazos y cabeza. En unas horas debía coger un vuelo, y una lesión habría supuesto un inconveniente grave.

 

Los griegos tenían dos conceptos de tiempo. Cronos, que es el tiempo de los relojes y los calendarios, el tiempo que puede medirse, y Kairós, que se traduce también como la oportunidad o el instante adecuado. Es el tiempo desde un punto vista cualitativo. A mí esto de los momentos transcendentes me suena muy heroico, muy de hombres que hacen cosas y toman decisiones importantes. Yo tengo una idea del universo más determinista. Creo que nada habría podido impedir que me cayera aquella mañana. Somos bolitas de pinball en el universo siguiendo la trayectoria que nos marcan los eventos previos. Si uno tiene el buen juicio de no subirse a un taburete o los reflejos para evitar un descalabro es porque otras acciones del pasado han dado lugar a ello. 

 

Aun así estoy de acuerdo con esta idea de dos flujos de tiempo paralelos: el que marcan los relojes y el que se percibe. Mi cuerpo es arrastrado por la corriente del primero, pero mi consciencia habita en el segundo y solo despierta de verdad a veces. Son momentos que se graban a fuego en la memoria. De muchos me gustaría no acordarme y otros son cosas que quiero recordar siempre: las copas de los árboles agitadas por el viento, mi sobrino trotando por el parque, tirando de mi mano y gritando entre risas, las curvas de una carretera con la persona perfecta al lado, entrar en un bar y ver una mesa llena de gente querida. Mi consciencia despierta de repente en estos momentos, como si fuera una espectadora de mi vida y sorprendida por la belleza de la escena trata sin éxito de pausarla. Guarda lo que puede en la memoria y vive así, como una flecha, atravesada en el tiempo normal, compuesta de momentos escogidos, ensartados en un flujo paralelo, más corto, pero mucho más intenso. 

 

En la infancia, esos instantes de hiperconsciencia son frecuentes: todo es nuevo y hay que estar alerta. Lo más insospechado nos deleita o nos causa trauma. Sin embargo, con el paso de los años, la consciencia se acomoda en la rutina del cuerpo y se adormece. El tiempo normal pasa a una velocidad de vértigo. Y no es que yo quiera pararlo. Luchar contra el reloj es una batalla perdida. Pero sí quiero estar más despierta, arrancarle al tiempo normal esos momentos perfectos, estirarlos y vivir suspendida en ellos.

 

🎧 ¿Qué mejor manera de viajar en el tiempo que a través de una canción? Esta me lleva a una época muy feliz.

 

Una lectura

Este es el segundo libro que he escogido para nuestro club de lectura en Telegram. La discusión sobre The Secret History sigue abierta, pero si os apetece participar en la siguiente podéis empezar a leer ya. Aunque en la historia aparecen personajes de los libros anteriores de la autora, yo no los he leído y eso no me ha impedido disfrutar muchísimo de esta novela. En apenas 250 páginas se combinan todos los ingredientes que me gustan en un libro
☞ En Kindle / en librerías.

 

Un podcast

No me importa desconocer el futuro, pero me molesta mucho no poder viajar al pasado, sobre todo al mío, que para eso lo he vivido yo. Será por eso que me obsesiona tanto la historia y aún más la que nos cuentan los objetos. Ese es el enfoque de La historia es ayer, un podcast brillante de principio a fin.

 

Una teoría

Este enlace conduce a una lectura corta pero terrible. De esas que te rompen la cabeza irreversiblemente. Recomiendo abrir con precaución

 

Una obsesión

Llevo un tiempo obsesionadísima con la idea de usar velas para medir el tiempo. ¿Por qué? No lo sé, pero os dejo este artículo aquí a ver si esta locura prende también en vosotros.

 

El club

Esta newsletter tiene su comunidad en Telegram. Y es bastante increíble, no os voy a engañar. Para uniros solo tenéis que usar este enlace

Gentes, estoy alucinada con la actividad del club en las dos últimas semanas. De verdad os lo digo. El club de lectura ha sido un éxito y las recomendaciones de papelería y apps que habéis aportado son oro. Sigo dándole vueltas a la manera de integrar esa mina de datos con esta newsletter, pero de momento os invito a entrar y leer los comentarios de los posts si no lo habéis hecho ya. Somos muchos y no hace falta que todo el mundo participe, pero sí os pido encarecidamente que uséis las reacciones en los mensajes que os gusten. Eso le da vidilla a la gente que se anima a escribir.

 

Me despido por hoy. Os agradezco cada minuto que habéis invertido en leerme.

 

Pasando.

 

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