Hace unos meses, leí a Anabel Vázquez contar en la newsletter de Noe Olbés que todas las mañanas se despierta a las siete y se toma un café sin salir de la cama, viendo una película o serie.

1 de marzo, 2025

de Carmen Pacheco

Foto de A. Rose

Queridas personas:

Hace unos meses, leí a Anabel Vázquez contar en la newsletter de Noe Olbés que todas las mañanas se despierta a las siete y se toma un café sin salir de la cama, viendo una película o serie. Esta rutina me pareció una extravagancia vital fantástica que decidí copiar en el acto. Pero para copiar bien, lo más importante es ser fiel a una misma. Ver una película por la mañana es un hábito que como idea me encanta y que me puedo imaginar llevando a cabo, como me gusta imaginarme sacando una libretita y una pluma del bolso para tomar notas con una caligrafía exquisita. Jamás lo voy a hacer. Son cosas que sencillamente no funcionan conmigo. Sin embargo, despertarme una hora antes solo para dedicar ese tiempo a lo que me dé la gana sin que nadie me moleste: sí, eso es algo que encaja con mi personalidad.

Puede que muchos de vosotros estéis pensando ahora mismo que una hora antes de despertaros ya hacéis lo que os da la gana, que es dormir ni más ni menos. Es un razonamiento respetable, sin duda, pero os invito a que lo pongáis en cuestión. A mí jamás me ha gustado madrugar porque no me apetece salir de la cama y empezar la rutina del día. Pero despertarme para disfrutar de mi tiempo al abrigo del edredón es otra experiencia radicalmente distinta. 

Al principio, cuando me sonaba el despertador a las siete (siempre que cuento esto en persona mi novio interviene para hacer el gesto del Bugs Bunny comunista y decir «nos sonaba», pero en realidad él sigue durmiendo sin inmutarse), tras unos segundos de lógico fastidio, recordaba que era mi hora de tiempo libre y abría los ojos como platos. Genuina alegría de mañana de Reyes. Ahora ya no necesito la alarma. Me despierto puntual instintivamente, con una ilusión por la vida que no recordaba haber tenido nunca salvo en vacaciones.

¿Y a qué he dedicado mi hora sagrada durante estos meses? Pues como no podía ser de otra forma en mi caso, tengo en el móvil una lista de actividades. Esta lista es como aquella de la que os hablé en otra carta: solo me genera felicidad porque no me obliga a nada. Puedo hacer todo o puedo ignorarla por completo. Esa es la clave. A veces, por ejemplo, leo newsletters y descubro un montón de puertecitas de internet lejos de las redes sociales. Otras rescato artículos acumulados en mi lista de lectura desde hace siglos, o vídeos que alguna vez guardé en YouTube. Como os conté hace dos semanas, también me he dedicado sin más a leer o he cambiado las pantallas por la ventana y he dejado que pasaran los minutos, mirando cómo el cielo tomaba otro color. En realidad, lo que hago en esa hora no es lo importante, sino sentir la libertad de elegir lo que más me apetezca.

Creo que hasta en el mejor de los casos, aunque tengamos una ocupación que nos haga felices y solo las cargas familiares que hayamos querido asumir, la rutina acaba imponiendo sus propias normas. La agenda que nosotros mismos hemos creado se convierte en una narrativa, y vamos de aquí para allá haciendo cosas como si viéramos nuestra vida en una película, más o menos feliz, pero ligeramente ajena. Al menos una hora al día, o a la semana, o al mes, es importante tener el tiempo en nuestras manos, para hacer con él lo que se nos antoje, para sentirnos libres, presentes, y poder decir «esta vida es mía».

 

🎧 Una canción muy de escuchar tumbada en la cama o corriendo por una colina. No hay término medio.

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Un anime

Os tiene que gustar un poco el jazz y un poco el anime, pero si se dan las dos circunstancias, os puede encantar esta joya de la animación con banda sonora increíble de Hiromi. Es inocente, intensa y te llena el corazón de música

 

Un paréntesis

Yo os prometo que si empezáis una mañana oscura y lluviosa viendo vídeos como este, este o este lo que queda del día, por mundano y rutinario que sea, se vive de otra forma.

 

Un estreno

Confío que ya os hayáis enterado porque lo he dicho unas quinientas veces en Instagram, pero Místicas, la audioserie de la que llevo hablando tres meses, por fin se ha estrenado y ya tenéis los dos primeros episodios disponibles (en Spotify y en todas las plataformas de audio) para escuchar del tirón. 

 

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En el club

El otro día en nuestra comunidad de Telegram compartimos consejos sobre Notion y de repente aparecieron Elena Madrigal de aprendenotion.com y Guía Carmona, traductora de la app. Que hubiera estado genial que yo las invitara para la ocasión, pero no, resulta que ya estaban allí. Así de increíble es nuestro canal. Un lugar donde yo hago poco más que abriros la puerta.

 

Una guía

En otra de mis horas sagradas acabé encontrando esta magnífica web y me parece indispensable para vuestra vida, que vayáis donde vayáis, siempre sepáis qué laberintos tenéis cerca.

 

Palabras mágicas

For now she need not think of anybody. She could be herself, by herself. And that was what now she often felt the need of - to think; well not even to think. To be silent; to be alone. All the being and the doing, expansive, glittering, vocal, evaporated; and one shrunk, with a sense of solemnity, to being oneself, a wedge-shaped core of darkness, something invisible to others... and this self having shed its attachments was free for the strangest adventures.

Virginia Woolf en Al faro.

 

Me despido por hoy. Hasta mi próxima carta, guardaos un pedacito de tiempo y haced con él lo que os venga en gana.

 

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