Una ventana que da a un jardín. El movimiento leve de las copas de los pinos, estremecidas por el aire de la mañana. Un cielo gris. Una lluvia fina. La puerta de la habitación cerrada. Silencio.

21 de diciembre, 2024

de Carmen Pacheco

Debris de Anna Malina

Queridas personas:

Una ventana que da a un jardín. El movimiento leve de las copas de los pinos, estremecidas por el aire de la mañana. Un cielo gris. Una lluvia fina. La puerta de la habitación cerrada. Silencio.

Por fin aquí me escucho a mí misma y puedo escribir. Han pasado muchas cosas buenas desde mi última carta: estoy trabajando en un proyecto que me hace ilusión. Sin embargo, estos días he tenido que interactuar con gente más de lo habitual, oír mi voz continuamente, verme desde fuera en fotos y vídeos y, en resumen, llevar la vida que es el día a día de la mayoría de personas del planeta. El problema es que yo cada vez encuentro más agotador eso de «ser una persona». Hacerme cargo de los gestos de un cuerpo, responder a un nombre, moverme de aquí para allá interpretando esa ficción intoxicante que es la identidad, en la que ya sabéis que apenas creo. No es que tenga un problema conmigo misma. Aunque no me gusto cuando me veo en fotos, me caigo bien cuando me oigo hablar en vídeos. Nunca veo mis entrevistas enteras, pero si me estoy riendo en la grabación, me sorprendo a mí misma sonriendo mientras me escucho, como si mi cuerpo en el presente se convirtiera en un eco de mi cuerpo en el pasado. Es extraño y no sé cómo logran conservar la cordura aquellos que viven continuamente expuestos.

Sé que hablo desde el absoluto privilegio, pero en este punto de mi vida, la imagen que los demás tengan de mí o el capital social vinculado a mi nombre son cosas que me dejaron de interesar hace mucho. Nacemos en este universo asombroso y, lo que es más raro, tenemos consciencia de ello, y se nos va la energía y el tiempo atrapados en un complicadísimo juego de espejos que nosotros mismos hemos inventado. El mundo humano está configurado de tal forma, que es fácil pasar por la vida sin pararnos a pensar en los infinitos misterios que nos rodean, en aquello que es mucho más grande que nosotros. Podría decirse incluso que es esa actitud antropocéntrica y reduccionista la que se fomenta, como si intentáramos evitar el vértigo de mirar más allá. La feria de las vanidades parece una fiesta, un entretenimiento, pero es en realidad un trabajo a tiempo completo, una esclavitud. La manera de mantenernos atrapados, haciendo girar los engranajes de un sistema que pocas veces nos beneficia.

Aborrezco el entramado social, pero no es que no me gusten las personas. Todo lo contrario. Pago el precio de ser una porque me interesan las demás. Me encanta escuchar a otros, y compartir ideas, me fascinan los cuerpos ajenos no por el nombre al que responden, sino por lo que hacen, por lo que transmiten, por las historias que cuentan sin hablar. Me gusta el chute de oxitocina que producen ciertos abrazos, me alucina comprobar que si acompaso la respiración a la de la persona que duerme a mi lado, mi cerebro se calma al instante. ¿Qué magia es esa?

Nunca dejará de ser raro para mí estar atrapada en un cuerpo, pero puedo soportarlo si me siento acompañada por el de otros, o si tengo la oportunidad encontrar en el silencio de una habitación las palabras para compartir este vértigo, que es al mismo tiempo cotidiano, aterrador y emocionante.

 

🎧 La canción que más escucho estos días cuando camino por la calle. Me envuelve y me protege más que el abrigo

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Una ilusión

Me quedan cinco cartas para poder compartir con vosotros la historia en la que estoy trabajando ahora, así que os dejo aquí esto y ya hablaremos de ello más adelante. Ojalá cuando hayamos terminado la producción, el resultado logre transmitir lo bien que todas las partes implicadas nos lo estamos pasando con la historia de Lola y Sara.

 

Un podcast

En esta carta os voy a recomendar una colección de postales. Ayer, durante un viaje en coche, escuché del tirón todos los episodios publicados del último experimento de uno de mis podcasts preferidos. La idea es preciosa y la ejecución me pareció perfecta: son relatos breves sobre viajes y las reflexiones que, como un souvenir, se trajeron de vuelta sus protagonistas. Me emocionó especialmente el de Xavier Aldekoa, me reconocí en las palabras de Sara Torres y me reí mucho con el de Miguel Maldonado, aunque en realidad me gustaron todos. 

 

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Una fiesta

Hace poco más de una semana fui a una Reading Party, organizada por LAVIDITA en un salón perfecto. Y vosotros diréis: ¿de qué estás hablando ahora, Carmen? ¿Qué es una Reading Party? A lo que yo puedo contestar sin esfuerzo enlazando este texto de Delia Rodríguez. Recomiendo encarecidamente ir a eventos acompañada de una excelente columnista que relate la experiencia mucho mejor de lo que lo habrías hecho tú y te ahorre el trabajo. Yo suscribo sus palabras y añado una nota personal: durante el rato de lectura, me escapé unos minutos para ir al baño. A veces, en las fiestas lo hago solo para descansar un rato del barullo y estar unos segundos a solas y en silencio. En este caso, salir supuso cruzarme con las voces, la música y el ruido en torno a la barra del hotel. Tuve la experiencia inversa de volver del baño ansiosa por entrar de nuevo en esa burbuja de paz que era el salón de lectura. Toqué a la puerta y esperé a que me abrieran pensando: dejadme entrar, yo pertenezco a este grupo de gente rara y callada.

 

Un dato

Desde hace unos meses, apenas puedo leer (no pasa nada, estas épocas van y vienen), así que para la Reading Party me llevé un libro que me compré de segunda mano hace años y apenas había hojeado. Pensé que si no me concentraba, al menos podría mirar las fotos. Se me ocurrió forrarle la portada para que nadie lo viera, pero al final decidí asumir que a veces soy una parodia de mí misma. El caso es que, contra todo pronóstico, logré sumergirme en la lectura, y encima descubrí un dato que me dio paz mental. Como seguro que sabéis, Agatha Christie se casó a los 40 con un arqueólogo 14 años más joven que ella, por lo que a menudo se le atribuye esta cita: «Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará». Reconozco que la frase es ingeniosa pero siempre me ha provocado un tremendo cringe. Decir algo así de sí misma no encaja nada con mi imagen mental de ella. Pues bien, el libro dejaba claro que yo tenía razón: la cita no es suya, sino de un periodista que escribió sobre su boda. Gracias, universo, por tener estos destellos de coherencia.

 

Una serie

Los tiempos del audiovisual son tan dilatados que ahora sale a la luz una historia de la que yo me despedí hace un año y medio cuando terminamos los guiones. La serie Santuario, que adapta el podcast que creamos Manuel Bartual y yo, se estrena mañana en Atresplayer, y hablar de ella en entrevistas es como reencontrarme con una Carmen del pasado. 

 

Veinticuatro comunidades

A menudo menciono aquí la maravillosa comunidad de Flecha que tenemos en Telegram, pero creo que nunca os he hablado de una de las cosas más increíbles de este club. Resulta que muchas personas han formado grupos locales de suscriptores por ciudad, comunidad autónoma o país. ¿Qué hacen cuando se juntan? Pues sé que algunos tienen su propio club de lectura presencial y otros quedan para ir a exposiciones. A mí, siempre que las reuniones no acaben en suicidio colectivo, sacrificio ritual o cualquier otro asunto en el que tenga que intervenir la policía, me parece un honor que surjan interacciones a raíz de estas cartas. Aquí os dejo el listado por si algún grupo os pilla cerca. Y por supuesto, si creáis el vuestro, decídmelo y lo añadiré en el canal de Telegram.

📍Alemania

📍Alicante

📍Almería

📍Asturias

📍Bilbao

📍Buenos Aires

📍Canarias

📍Catalunya

📍Córdoba

📍Galicia

📍Granada

📍La Rioja

📍Madrid

📍Málaga

📍Mallorca

📍México

📍Murcia

📍Pamplona

📍Reino Unido

📍Salamanca

📍Sevilla

📍Suecia

📍Valencia

📍Zaragoza

 

Un análisis

Hace unas semanas me invitaron a Carne Cruda para hablar sobre el sitio en el que he vivido la mayor parte de mi vida. Es decir, internet. Me lo pasé en grande y creo que se nota porque, aunque se mencionaron estas cartas, la cosa no iba de hablar de mí, sino de temas que me apasionan. Os recomiendo el episodio sobre todo por la parte en la que no hablo yo. Me pareció superinteresante. 

 

Una exhibición

Me gusta mucho este artículo sobre Notas como una app para volcar lo que uno tiene en la cabeza sin apenas darle forma, ni pensar dónde o a quién sería apropiado comunicarlo. Como me ha encantado cotillear en los pensamientos a medio cocer de otros, voy a dejar aquí algunas mías. Siempre es una experiencia repasarlas: están llenas de reflexiones que me obligan a coger el móvil en la oscuridad de mi cuarto cuando en realidad llevo una hora tratando de dormir, pensamientos que le dicto al reloj sobre la marcha y a los que luego me cuesta encontrarles sentido o lo mejor: diálogos de personajes imaginarios de historias que probablemente nunca escribiré. 

Veréis que mis capturas no son de Notas, sino de Drafts (¿cuántas veces os he recomendado ya esta app?). Porque las uso para cosas distintas. A la segunda va todo lo que no tengo tiempo de categorizar. Y por supuesto, esta exposición propia solo ha sido una excusa para pediros que compartáis algunas de las vuestras en el club de Flecha.

 

Me despido por hoy, no sin antes daros las gracias por la buena acogida que tuvo mi vuelta hace dos semanas. Aún tengo mensajes por contestar. Escribir estas cartas me lleva bastante tiempo, pero vosotros siempre hacéis que merezca la pena. Gracias por estar ahí.