
Estoy obsesionada con la pasada existencia de una persona llamada Natalie M. Kalmus. En 1912, Herbert Thomas Kalmus, un ingeniero americano que trabajaba en el MIT fundó junto a Daniel Comstock la empresa que desarrollaría la tecnología y marca conocida como Technicolor, gracias a la cual se rodaron producciones de Hollywood icónicas como El mago de Oz o Lo que el viento se llevó.
Natalie M. Kalmus, esposa de Herbert, trabajaba en la compañía como Directora de color. Durante varias décadas, fue la persona encargada de acudir a los rodajes y supervisar el color del vestuario, la escenografía y la iluminación. Su trabajo tenía una faceta técnica importante, ya que el proceso Technicolor era complicado y había tonos como los rojos muy saturados o los blancos y negros puros que podían aparecer quemados o distintos en el revelado de la película. Sin embargo, su papel como asesora iba más allá de lo técnico y entraba en lo estético, lo artístico y hasta lo emocional. Natalie se metía hasta la cocina en lo que a dirección de arte se refiere, llegando a tener tremendas broncas con famosos directores como Vicente Minnelli.

A grandes rasgos y por las declaraciones textuales de Kalmus que he leído, podríamos resumir así su visión del asunto: los directores de cine querían usar el color para que los planos quedaran «bonitos» y a ella eso le parecía una absoluta mamarrachada. Su propuesta era utilizar tonos neutros, más habituales en la realidad, y reservar los colores intensos para llamar la atención sobre elementos o personajes que narrativamente tuvieran importancia.

Las razones por las que me obsesiona son las siguientes:
1. Su profesión era literalmente el color. No es que en su oficio fueran importantes los colores, como para pintoras, vestuaristas o directoras de arte. No, el objeto de su profesión eran los colores en sí. De hecho, ella definía su trabajo como «playing ringmaster to the rainbow». ¿Cómo no obsesionarte con eso?
2. Fue una mujer con muchísimo poder dentro de la industria de Hollywood, lo cual no es habitual ni siquiera en estos tiempos. Y por supuesto, como toda mujer con talento que se precie, alguien famoso, en este caso el director Allan Dwan, llegó a dedicarle el apelativo de «bitch». Este papel de víctima suscita cierta simpatía, pero después de leer bastante sobre ella y la intransigencia con la que imponía su criterio, empecé a tener mis dudas: ¿era un genio de su profesión o una persona insoportable que yo misma hubiera odiado? Tras considerarlo por un rato, me di cuenta de que las dos cosas eran posibles, como lo son en el caso de casi todas las figuras históricas masculinas. Las mujeres no tenemos por qué ser buenas o malas para facilitar que todo el mundo tenga claro su veredicto, podemos ser personas complicadas y llenas de matices.
3. Sus extravagantes opiniones sobre las emociones que provocan los colores:



4. El hecho de que, tras su expulsión de Technicolor y el litigio con su exmarido en el que resultó perdedora, se dedicó a diseñar una serie de muebles-televisor de los que he encontrado unas imágenes totalmente cursed.






5. Que no he encontrado ni una sola foto de ella en color.