Porque ya iba siendo hora.

29 de marzo, 2025

de Carmen Pacheco

Foto de Evelyn Dragan

Queridas personas:

Esta primavera ha llegado violenta desplegando un repertorio de lluvia interminable, nubes obstinadas y vientos furiosos con ganas de pelea.

Supongo que algunos de estos fenómenos responderán al desequilibrio climático provocado por la mano del hombre (justificadísimo aquí usar la palabra «hombre») y otros serán, ni más ni menos, los que nos hubieran tocado en cualquier caso. Sin embargo, quizá porque cada vez aprecio menos diferencia entre lo vivo y lo inerte, me resulta imposible no imaginarme cierta voluntad de venganza en esta primavera. Y la verdad es que simpatizo con ella.

Por eso, me han sabido mejor los breves amaneceres antes de que el sol se escondiese entre una capa de nubes y las fugaces estampas de cielos azules que prometían una posible reconciliación. He disfrutado con el incendio amarillo de las mimosas y he creído ver incluso algo parecido al desdén en las flores blancas empapadas de cerezos y almendros. Un aire de satisfacción que venía a decir «con esta luz y esta lluvia os van a quedar unas fotos de mierda».

El otro día mi novio y yo salimos a intentar disfrutar de un sábado noche inhóspito con vientos de 70 km/h. Encontramos refugio en una terraza bien construida, protegida por plásticos transparentes que nos permitían ver un trocito de mar mientras nos tomábamos una cerveza. La luz del atardecer se fue apagando y nuestras siluetas aparecieron en la superficie temblorosa del plástico, sobre un fondo de oscuridad. El viento sacudía la estructura de la terraza, el metal vibraba. Mi novio me dijo que le parecía que estábamos en una colonia de otro planeta. Una especie de invernadero para personas, aislado del exterior. Le dije que por supuesto eso es lo que haríamos él y yo un sábado noche si tuviéramos un rato libre en la colonia. Es lo que haríamos también bajo tierra si alguna vez nos viéramos obligados a refugiarnos en un búnker: tomar una cerveza si la hay, hablar de la vida, pasar el tiempo juntos.

Esto ocurrió antes de que esta semana la Comisión Europea publicara un comunicado oficial en el que se nos recomienda preparar un kit de emergencia en caso catástrofe. La realidad no da tregua. No se lo dije a mi novio el otro día porque en persona no digo cosas tan cursis, pero lo cursi es a veces necesario, imprescindible según las circunstancias. Así que se lo transmito en esta carta y os animo a vosotros a prometérselo también a las personas que más queréis: Venga lo que venga, estemos donde estemos, encontraremos la primavera.

 

🎧 Creo que este tema de mi lista de canciones preciosas de otra vida suena a días radiantes y os puede gustar.

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Una colección

Me he sobrepuesto al vértigo que me da releerme y he recopilado para vosotros un puñado de mis cartas más primaverales por si queréis ahondar en este mood.

🏹#8: Llegará la primavera

🏹#14: Nos salvarán las flores

🏹#26: Primavera como terapia 💐

🏹#39: Una promesa de felicidad 🕯

🏹#72: Algo que empieza 🌤️

 

Una novela

No me gusta recomendar libros que aún no están traducidos a español, pero no creo que Private Rites le quede mucho y va justo sobre lo que os trataba de explicar antes. Venga lo que venga, la vida seguirá, nos ajustaremos a las nuevas circunstancias y nos seguirán importando las mismas cosas. Nunca había leído una distopía que me resultara tan cotidiana. ¿Esto es bueno? ¿Es malo? No lo sé, supongo que simplemente es lo que hay.

 

En el club

Estas dos semanas en el club se han compartido recomendaciones muy jugosas: newsletters y canales de YouTube. Muchos tesoros que descubrir.

Y os recuerdo que el próximo libro que vamos a comentar en el club de lectura es pura primavera: Elizabeth y su jardín alemán. 19 de abril, amigas, os da tiempo de sobra y no se me ocurre mejor plan para entrar en la estación que de la mano de una aristócrata amante de las flores. Además, Elizabeth von Arnim es una de las madrinas espirituales de Flecha, como bien saben los miembros de la legendaria y desaparecida SSF.

 

Trece crímenes

Un recordatorio de que en el campo no todo son flores y alegría. Virginia de la Cruz y Estela Cebrián, también conocidas como Las amigas estupendas, han publicado Crímenes Rurales, que es una especie de true crime del true crime. Porque a veces no solo es horrible el propio crimen sino cómo la opinión pública o el morbo periodístico aniquilan la intimidad y el honor de las víctimas

 

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Dos enlaces

El mismo día, dos lectoras de Flecha que no conozco personalmente me mandaron un enlace porque «les había recordado a mí». A veces me gusta más la persona que soy en vuestras cabezas que la que soy de verdad.

 

Me despido por hoy. Hasta mi próxima carta, espero que encontréis la mejor primavera.

 

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